
El llevar a los pequeñitos al colegio cuando están en la etapa de preescolar no solamente es “para que aprendan cosas”, para que los cuiden mientras papá o mamá trabajan o para mantenerlos entretenidos una parte del día. El período preescolar tiene como fin estimular esa etapa evolutiva de cada niño de manera integral. Y para llevar a cabo el desarrollo del niño en esta etapa, se tienen varios objetivos.
¿Cuáles son los objetivos de la educación preescolar?
La Organización Mundial de la Educación Preescolar ha sentado como básicos los siguientes objetivos:
- Estimular el desarrollo armónico de la personalidad del niño, integrando los aspectos neurofisiológicos, mental y social.
- Favorecer la expresión individual en las actividades dinámicas, artísticas, de lenguaje, de observación y de comprensión.
- Estimular la socialización del niño en su triple aspecto de comunicación, colaboración y sociabilidad.
- Ayudarle en la adquisición de valores morales y éticos.
- Crear a su alrededor un entorno rico en estímulos que favorezca el desarrollo evolutivo de conductas y actividades.
El aprendizaje en la escuela ha dejado de tener como objetivo exclusivo inculcar cuantitativamente conocimientos académicos, para propiciar en su lugar un desarrollo global y armónico que básicamente tenga en cuenta las necesidades reales del niño en las distintas etapas.
En la edad preescolar el pensamiento es inseparable de la acción. En consecuencia, se hace hincapié en la necesidad de aplicar métodos activos a través de los cuales se adquieran los hábitos y destrezas que se intentan fomentar.
En esta etapa el punto de partida de las tareas que el niño puede realizar es su propio cuerpo, en el cual ha de ir descubriendo nuevas posibilidades de movimiento en relación con el espacio y los objetos, al mismo tiempo que experimenta nuevas sensaciones con los sentidos. A través de todo esto irá tomando conciencia gradualmente de su propia imagen y del mundo que lo rodea.
El desarrollo de las actividades debe llevarse a cabo en un clima de libertad y estimulación afectiva, mediante el juego, dirigido unas veces y espontáneo otras. De esta manera, además de potenciar las facultades personales de los pequeños, se les introduce en las primeras experiencias relacionadas con la adquisición de los hábitos sociales.
A partir del descubrimiento de su propio cuerpo y del espacio y los objetos que le rodean, se intenta potenciar en el niño un proceso que tiene doble dimensión: el de su individualización y paralelamente, el de su socialización.
Fuente Pedagogía y psicología Infantil: La primera infancia
