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¿Sabías que Leonardo Da Vinci amaba profundamente a los animales? Se dice que él solía comprar pájaros en los mercados para después soltarlos. Su amor por la naturaleza y especialmente por los animales le hizo seguir una dieta estrictamente vegetariana.

Se cree que se alimentaba principalmente de frutas, legumbres, verduras, cereales y frutos secos, aunque también incluía algunos pescados.

En una de sus pinturas más célebres, «La última cena», Leonardo también reflejó aquel gusto por la verdura y la fruta entre los platos que se despliegan entre los apóstoles.

El historiador John Varriano analizó la comida sobre la mesa de la obra y descubrió que muchos platos tradicionales de carne que se suelen representar en este pasaje del Nuevo Testamento son sustituidos, bajo el pincel de Da Vinci, por alimentos como «anguilas adornadas con naranjas», que ocupan el lugar del tradicional cordero, tan habitual en todos los países del Mediterráneo.

Junto al pan y el vino encima de la mesa habitual, se puede encontrar un plato lleno de peces enteros que se ven con bastante claridad, mientras que los platos de la parte derecha aparecen ciertamente difuminados, excepto uno, en el que se identifica la anguila asada decorada con unas delicadas rodajas de naranja.

Leonardo comprendía la naturaleza como un todo, como una red de elementos interconectados y en constante movimiento, en la que el hombre es una pieza más.

Leonardo Da Vinci estaba convencido de que la inteligencia de la naturaleza es superior a la del hombre e intuyó que la sabiduría reside en respetarla y aprender de ella.

Era un gran observador. Y para intentar comprender aquello que estaba mirando lo dibujaba con tal precisión, que algunas de sus ilustraciones de flores y plantas logran transmitir el movimiento de las hojas.

 

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