Pocas cosas duelen tanto como la pérdida de nuestro compañero perruno. Son años de complicidad, andanzas, entrega y cariño que nos dejan un vacío en el día a día. Es echar de menos sus ladridos, extrañar sus juegos e incluso su olor. Y es que ellos nos enseñan a olvidarnos de nosotros mismos y a cuidar de otro.
Es por todo esto que cuando cumplen su ciclo de vida, dejan en nosotros mucha tristeza y debemos buscar la manera de enfrentar ese duelo. Algunos consejos que podemos seguir para trabajar la pérdida son:
- Vivir la pena es el principio de la curación. Aceptar, al igual que con la muerte de una persona querida, que alguien significativo se ha ido para no volver más. Éste es un proceso y no hay que evadirlo ya que puede generar una rigidez emocional.
- Celebrar un rito de despedida para nuestro querido amigo, ya sea enterrarlo en el jardín de la casa, preparar unas palabras de agradecimiento, llevarlo a algún cementerio o lugar especial.
- Entender este sentimiento de tristeza, no negarlo y darnos espacio para llorar. También es esencial rodearnos de un buen círculo afectivo, pues una pena compartida y expresada equivale a media pena.
- Hablar del tema alivia el corazón y nos permite integrar la muerte a la vida. Con el tiempo, la pérdida pasa a ser un recuerdo en nuestras memorias. Recordar las innumerables anécdotas que vivimos junto a él.