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Categoría: Love&Sex
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En su libro, El arte de amar, Erich Fromm (psicólogo social, psicoanalista, sociólogo, filósofo y humanista) enumeró estas cuatro cualidades que caracterizan al amor maduro: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.

El arte de amar es una obra con la que Erich Fromm ha ayudado a varias generaciones a reflexionar sobre el amor y a responder a algunas preguntas aparentemente sencillas: ¿qué significa amar? ¿Cómo desprendernos de nosotros mismos para experimentar este sentimiento?

En él, Fromm considera el amor como un arte hacia los demás que requiere un conocimiento y un esfuerzo.

En cuanto al respeto, Fromm señala que proviene del verbo latino, respicere, que en la antigüedad significaba “mirar”. En cuanto a una relación con otra persona, respetarla es mirarla tal y como es, sin tapujos, sin distorsiones, sin juicios y sin la intención secreta o manifiesta de cambiarla.

Dado que el amor, en la perspectiva de Fromm, es una fuerza activa y productiva, ese tipo de mirada a la persona amada conduce al reconocimiento de las posibilidades en las que esa persona puede ser y desarrollarse. Dicho de otro modo: cuando se mira al otro con amor y compasión, se termina por amar también tanto sus posibilidades como sus limitaciones, pues se entiende que ese es el terreno donde la existencia del otro está llamada a crecer.

Dicha forma de amar es posible sólo cuando una persona ya no necesita a otra por motivos de dependencia, sino por una necesidad amorosa real. Es decir, no se necesita al otro por miedo a la soledad, por tener una necesidad inconsciente de protección, porque se le necesita para cumplir un objetivo o porque su compañía cumple un requisito de la imagen narcisista que se tiene de sí, por ejemplo, sino que más bien se le necesita por el solo hecho de que se le ama, auténticamente, sin otras motivaciones.

De ahí que Fromm señale que “el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia”, una independencia de tipo subjetivo y emocional que no debe confundirse con una falsa idea de autosuficiencia, sino que más bien está relacionada con el desarrollo del ser y la confianza en sí mismo que se desprende de este proceso. Cuando sé lo que soy puedo confiar en mí mismo, en mis fuerzas activas y productivas, en mi creatividad para encarar la vida, en mi capacidad de esfuerzo y trabajo. El vínculo con otra persona no es entonces uno de dependencia que se establezca para paliar engañosamente una deficiencia de mi desarrollo subjetivo, sino un vínculo de amor auténtico en donde, como señala Fromm, se pasa de decir “Te amo porque te necesito” a “Te necesito porque te amo”.

Este proceso es, por lo menos, doble y paralelo. Doble porque, como se ve, el cultivo de una relación personal de amor auténtico implica dos formas de trabajo subjetivo: una, sobre uno mismo, para desarrollar la forma de ser “independiente” de la que habla Fromm, esto es, una persona que no siente necesidad de establecer un vínculo de dependencia porque se conoce a sí misma y tiene confianza en sus capacidades para responder a la vida. Por otro lado, ejercer y experimentar el amor desde esta postura requiere también un trabajo de conocimiento y comprensión en torno a las circunstancias que implican una relación con otra persona, especialmente la aceptación de la diferencia desde la forma de respeto al otro de la que hemos hablado.

De igual forma, los dos trabajos son paralelos porque, contrario a lo que se cree, no se trata de sólo trabajar sobre uno mismo, esforzándose por mejorar, como si se tratase de un entrenamiento en solitario, ensayando en escenarios imaginarios e hipotéticos. Esta situación es irreal, pues nadie está realmente solo: todos nuestros actos los hacemos siempre con alguien más. Pero en el caso del proceso subjetivo del aprender a amar, este ocurre necesariamente en uno mismo y en relación con otros, es decir, cuando me conozco a mí mismo tengo las herramientas que me dejan conocer al otro, pero también es en la relación con los otros como puedo conocer cualidades de mi ser de las que no tenía conciencia y que igualmente pueden ayudarme a mejorar la forma en que amo. Siguiendo a Fromm puede decirse que, como en cualquier otro arte, la única forma de aprender a amar es amando, es decir, ejerciendo activa, conscientemente, la capacidad de amar.

Y si bien en cuestión de relaciones humanas nada puede garantizarse, sí es posible decir que el esfuerzo y el trabajo emprendidos con decisión y constancia sobre esa vía pueden resultar en frutos de satisfacción, dicha y amor auténtico, los elementos que sin duda todos anhelamos para las relaciones presentes en nuestra vida.

 

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