La obra de María Izquierdo se describe como fascinante, llena de colorido y muy mexicana. La pintora nació en San Juan de los Lagos, Jalisco en México por el año 1902, y fue la primera artista en exponer sus obras fuera de México.

Los primeros cuadros de la pintora datan de 1927, y abordan temáticas de su entorno más cercano. Amigos y familiares se encuentran retratados en su trabajo, pues de este periodo destacan rostros de personas que frecuentaban el mundo de María. Así mismo, los paisajes que enmarcan otras de sus pinturas dan fe del ambiente rural que influyó durante sus primeros años como artista.

Al mudarse a la Ciudad de México, comenzó a explotar distintos tópicos y técnicas. Buscaba crear un arte mexicano, pero al mismo tiempo vanguardista, pues no quería caer en la misma corriente que sus contemporáneos empleaban. En lugar de exponer un nacionalismo, María hablaba en sus lienzos de los colores, la fantasía, la tradición y la soledad del México de esos tiempos.

En general, su obra se caracteriza por el uso de intensos colores y temáticas que incluyen autorretratos, paisajes, naturaleza y muestras claras de surrealismo. Una de las principales características de su obra es la reiteración de la figura femenina en muy diversos escenarios. En muchas de sus obras reinterpretó las tradiciones mexicanas, creando atmósferas sobre objetos populares de su interés.

Logró exhibir su obra fuera del país, en el Art Center de la ciudad de Nueva York en 1930. En la galería del Palacio de Bellas Artes se llevó a cabo su primera exposición y fue extensamente comentada por las publicaciones de la época.

Tras su muerte en la capital mexicana, muchas de sus obras quedaron esparcidas por el mundo, en manos de extranjeros e inclusive perdidas. Sin embargo, y aunque se desconozca hoy en día el paradero de varias de sus piezas, cualquier mexicano puede sentirse en casa al admirar alguna de sus obras, ya que narran de manera surrealista una realidad franca, entrañable y maravillosa.